Otros sostienen q Juana nunca estuvo loca, sino q la hicieron pasar por tal, a fuerza de malos tratamientos, su marido y su hijo respectivamente, para arrebatarle el cetro.
Desde el primer momento sintió doña Juana la Loca x su marido una pasión morbosa, tanto más intensa y agudiza cuanto mayores eran los desperecios y liviandades de él.....
Cuentan q cierto día departía el apuesto príncipe con varios cortesanos acerca de la aparición de un cometa en el horizonte.
-Dicen que este fenómeno presagia la muerte de algún príncipe – dijo uno.
-¡bah! – contestó Felipe, soltando la carcajada -. Guarde Dios a mi padre y a mí, y de los demás haga lo que guste.
Pocos días más tarde moría de forma inesperada. Doña Juana, que no le abandonó un instante mientras duró la breve enfermedad, negóse a reconocer la realidad.
- Mi esposo idolatrado no ha muerto – decía – : está dormido.
De no haber estado ya loca, hubiese perdido la razón ante el duro trance. Consintió que guardasen el cuerpo amadísimo en un ataúd, pero no toleró que lo enterraran, y dispuso que quedara depositada en la Cartuja burgalesa.
Y allí iba todas las semanas la doliente doña Juana. Hacía abrir el féretro, y abrazada y besaba con frenesí el cadaver putrefacto.
Tres veces hizo esto, hasta q la reina loca se decidió a emprender una larga caminata para darle tierra en el edén de Granada. Resultaba asombroso que la infeliz señora no derramase una sola lágrima. Dolíase ella de esta anomalía, que más y más aumentaba su padecer, por falta de tan natural desahogo. Y en un extraño instante de lucidez hubo de decirle a su más próxima cobicularia:
- Lloré tanto, cuando me convencí de las infidelidades de mi esposo, q el manantial de mis lágrimas quedó seco para siempre.